Cuando era niño, recuerdo haber
corrido por el taller de mi padre: bancos llenos de zapatos, cajones rebosantes
de herramientas, estantes llenos de hormas de madera para hacer zapatos en
todas las formas y medidas, y claro todos los artículos que normalmente se
reparaba maletas, mochilas y más.
Tal vez era característico de una
generación que nacía con la Gran Depresión, pero en la época de mi padre, la
información de reparación era prácticamente de dominio público. Todo, desde
tractores hasta electrodomésticos, incluía manuales de reparación detallados.
Existía la expectativa de que si se rompía dejaba de funcionar, por lo tanto
correspondía abrir, observar, descubrir qué estaba mal y el arreglo era inmediato.
Igual pasaba con las prendas de vestir, zapatos, maletas, mochilas, televisores
y equipos de sonido, y es por eso que las generaciones de costureras,
zapateros, radiotécnicos podían mantener un nivel de vida que si bien es cierto
era modesto pero permitía suplir las
necesidades de la familia.
Irónicamente, ahora vivimos en
una era donde la información nunca ha sido más abundante y, sin embargo, cada
día desaparecen más manuales de reparación.
No es un accidente que los
fabricantes de computadoras, teléfonos móviles, electrodomésticos y automóviles
que aún crean manuales de reparación para cada producto ya no los hagan
públicos. En la actualidad es más inmediato reemplazar el artículo que
repararlo, así incluso los artículos son fabricados para que cumplan un tiempo
de vida útil y luego sean desechados, esa brecha en la información de
reparación está obstaculizando nuestros esfuerzos para crear una economía
circular.
En nuestro taller pese a todos
los obstáculos que se encuentren en el devenir del oficio, siempre hay la satisfacción
del deber cumplido cuando logras por ejemplo: respaldar los datos de la tesis
de un casi graduado, resoldar las
bisagras de una laptop que rodo al bajar del bus, reemplazar la pantalla de una
portátil que cerraste sin darte cuenta que estaba el borrador en medio, cambiar
el teclado de tu HP que le regaste café sin querer, reparar tu laptop Toshiba después de que cerca
de tu casa cayó un rayo mientras llovía.
Eso es lo que mejor hacemos, y nos resistimos a perdernos.
La responsabilidad en el oficio
no viene de un asunto advenedizo, es una
cuestión de formación y pasión. Cerca de
una fecha tan especial como el Día del Padre no se puede pasar por alto en
saludar a todos los padres del Equipo Abclaptops, que sin lugar a duda hacen
que nuestro esforzado y estresante trabajo haga crecer a nuestra empresa, y un Feliz Día también a mi Padre que aunque no está entre nosotros, su enseñanza de vida sigue viva en nuestro accionar y pensamiento.
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